martes, 19 de junio de 2012

El embarazo

El embarazo, ese período durante el cual, estar hecha una mierda es lo normal y encima rara vez te ponen tratamiento, porque los medicamentos pueden hacer daño a ese pequeño alien que crece en tu interior.

Yo creo que pocos efectos secundarios del embarazo me he perdido, y eso que el mío ha sido bueno dentro de lo que cabe.

Náuseas y vómitos durante el primer trimestre, además de la prohibición de comer embutidos y todo aquello que pueda transmitir toxoplasmosis. Además de una bonita infección de riñón (el bonus track) para la que evitaron darme antibióticos hasta el último momento, y de manera intravenosa, para que no sufriera el embrión. Que tu piensas "Bueno, mientas el niño esté bien, a mi que me den por la mismísima puerta de atrás". Y así es durante toooodo el embarazo.

Cuando se pasaron las náuseas y los vómitos (¡Ah! y eso de tener sueño tooooodo el día), parecía que había llegado la calma. Sólo engordaba y engordaba y  el happyfather hacía fotos de 'evolución' de la panza. En realidad fue la mejor fase del embarazo, empiezas a notar los movimientos del alien, y todavía no tienes la figura de Falete, por lo que tus curvas te parecen 'maternales y bonitas' (hay que joderse con las hormonas, ¿quién necesita los porros?). El segundo trimestre también tuvo bonus track, un ataque de ansiedad (que este mundo es mu perro).

Del tercer trimestre poco puedo aportar. Sólo he pasado por un embarazo y mi pequeño alien tenía prisa por salir, rompió la bolsa en la semana 31 (un embarazo son 40). Me dio tiempo a que se me hinchasen los tobillos un poco, un par de días o tres, y a empezar con la anemia. La anemia. Tu piensas que eso no es ná. Te mandan hierro y ya está. Pero ¡ay, amigas! "y ya está", bendita inocencia. Resulta que el hiero estriñe, y mi tránsito, que ya de por sí no es precisamente el de José Coronado o Carmen Machi, se ralentizó muuuuucho. Vamos, que aquello era más duro que el mármol. Y de color negro. Servidora cagaba imanes de nevera. Si los hubiese decorado un poquito, los hubiese podido vender en los chinos. Pero como una va de sobrá por la vida, tiraba de la cadena. El bonus track de tercer trimestre, merece entrada aparte: El ingreso.

sábado, 16 de junio de 2012

El principio de los tiempos

Normalmente cuando una se queda en estado de buena esperanza, es porque le lleva sonando un tiempo la alarma del reloj biológico, no quiere que se le pase el arroz y ha lobotomizado al futuro padre para que acceda a preñarla. Y el proceso es algo así como: "Venga cariño, que hoy estoy fértil, amos!" tres o cuatro días al mes. Cada retraso es un "¡Por fin!". Y se entra en un bucle infernal de sexo programado y falsas esperanzas hasta que llega el día en el que el predictor dice sí.

En mi caso, nada más lejos de la realidad. Un precioso día de octubre, me dirijo a mi revisión periódica de ovarios poliquísticos, después de un movidito verano de pruebas y cambios de medicación. Tenía una falta pero lo achaqué a la caipirinha hormonal que tenía en mi cuerpo después de tanto pastilleo, inyección de contraste (para la resonancia) y flash de relleno.
Ahí que me planto, en el potro de las torturas obstétricas esperando ver mis quistes, que tanto por saco habían dado ese año, y me dice el gine: "Señora lo que a usted le pasa es que está embarazada" Y yo, inocente de mi, le contesto (toda convencida de mí misma): "No, eso será un quiste, que a veces los tengo grandes." El médico me miró como Míster T miraba a Murdock y se fue a su mesa a mientras confirmaba el diagnóstico. Allí me quedé yo, en estado de shock, desnuda de cintura para abajo, con una pierna mirando a Toledo y la otra mirando a Sevilla, insistiendo en que era un quiste, mientras el médico, poseído por la niña del exorcista, echaba espumarajos por la boca y maldecía en arameo el día en que aceptó una plaza en un hospital en el que iba a estar rodeado de paletas, que no distinguen un embrión de un saco lleno de líquido.
Mi estado catatónico lo rompió la enfermera, cuando se asomó para decirme que ya me podía bajar, si quería. Me vestí y salí llorando como una imbécil de aquella consulta-Carrefour, entró una y salieron dos.

viernes, 15 de junio de 2012

Presentación


Hola, me llamo Laura y he decidido escribir un blog contando qué tal esto de la maternidad. Mi pequealien ya tiene 13 meses, es nuestro primer hijo y su padre y yo vamos aprendiendo con él el mismo tiempo, que no está del todo mal (peor sería aprenderlas después) pero que podría venir esto con cursillo previo.

En este espacio me desahogaré y compartiré cosas que sólo a madres interesa, tales como "eso que para ti es peligroso/necesarioparaloquesea es el juguete favorito de tu bebé", "esas mierdacas deposiciones no son normales", "mi parto fue...", "a mi niño le va genial X, os lo súperrecomiendo" y demás cosas plastas de madres primerizas que parece que han descubierto la penicilina con cada tontada. 

Espero no aburrir a la audiencia y sobretodo, ser constante, que se me suele dar mal.