Yo creo que pocos efectos secundarios del embarazo me he perdido, y eso que el mío ha sido bueno dentro de lo que cabe.
Náuseas y vómitos durante el primer trimestre, además de la prohibición de comer embutidos y todo aquello que pueda transmitir toxoplasmosis. Además de una bonita infección de riñón (el bonus track) para la que evitaron darme antibióticos hasta el último momento, y de manera intravenosa, para que no sufriera el embrión. Que tu piensas "Bueno, mientas el niño esté bien, a mi que me den por la mismísima puerta de atrás". Y así es durante toooodo el embarazo.
Cuando se pasaron las náuseas y los vómitos (¡Ah! y eso de tener sueño tooooodo el día), parecía que había llegado la calma. Sólo engordaba y engordaba y el happyfather hacía fotos de 'evolución' de la panza. En realidad fue la mejor fase del embarazo, empiezas a notar los movimientos del alien, y todavía no tienes la figura de Falete, por lo que tus curvas te parecen 'maternales y bonitas' (hay que joderse con las hormonas, ¿quién necesita los porros?). El segundo trimestre también tuvo bonus track, un ataque de ansiedad (que este mundo es mu perro).
Del tercer trimestre poco puedo aportar. Sólo he pasado por un embarazo y mi pequeño alien tenía prisa por salir, rompió la bolsa en la semana 31 (un embarazo son 40). Me dio tiempo a que se me hinchasen los tobillos un poco, un par de días o tres, y a empezar con la anemia. La anemia. Tu piensas que eso no es ná. Te mandan hierro y ya está. Pero ¡ay, amigas! "y ya está", bendita inocencia. Resulta que el hiero estriñe, y mi tránsito, que ya de por sí no es precisamente el de José Coronado o Carmen Machi, se ralentizó muuuuucho. Vamos, que aquello era más duro que el mármol. Y de color negro. Servidora